«Pepipop me dijo que estando sentado se toca mejor», cantaban, pero ellos no
le hicieron ni caso. Los Cardiacos presagiaban, también, que «Las discográficas
no dan la felicidad. Las discográficas no tienen la solución-¦», entonaban.
Cuánto acierto treinta años después. Las explosivas apariciones escénicas de los
primeros Cardiacos, con el inolvidable Macario Pérez, Maco, la voz sin
duda de la música moderna leonesa, confirmaban que llegaban para poner en hora
el reloj musical de León a base de calidad, adrenalina, espíritu
skatalítico , devaneos tecno, vocación nuevaolera y todos los
ingredientes necesarios para confirmar que había una gran banda con todo el
no-future por delante.
Y es ahora, en 2009, cuando se cumplen treinta años de aquellos saludables
primeros ataques cardíacos. Uno de esos primeros conciertos, en el sótano del
hotel Riosol, supuso la puesta a punto y lanzamiento de la Transición lúdica que
esperaba a España en los locos años 80.
El grupo, liderado por Carlos Suárez y Kike Jiménez, podría subirse al carro
de las reapariciones. Pero, de momento, se trata de rumorología o, al menos, lo
que es seguro es que no hay una idea común ya en marcha que parta de los tres
componentes históricos de la banda. Aunque circulen estos rumores, ni los dos
compositores de la mayoría de las canciones de Los Cardiacos, ni Toño Segura, el
tercer histórico de la banda, han mantenido algún contacto para plantearse un
eventual regreso. Para abrir boca y preparar un buen atracón cardíaco habría,
sin duda, estribillos y melodías de sobra que, desde hace ya tres décadas, aún
perduran en la memoria colectiva local, por lo que la afición seguro que
recibiría con entusiasmo esta reaparición.
La vida Guadiana
«Ni Ruina ni Toisón, qué hacer si no volver al Colinón», transgredían y
denunciaban los tiempos de vacío y reconversión que convivían con ciertas
esperanzas, en aquella cassete de 1979, grabada en una Revox tan artesanal ahora
y tan vanguardia entonces, porque entre tanto cambio y democracia había también,
ellos lo advertían, la «fatal sobredosis de no currar». Pero es, de nuevo, el
ahora y son treinta años de canciones de Los Cardiacos, del sólido grupo y de la
vida Guadiana, de las deserciones y los reencuentros, y de múltiples sucesos que
no han conseguido demoler la marca y esencia de Los Cardiacos: las enormes
canciones que han aguantado el paso del tiempo y la calidad como intérpretes y
compositores y, lo que ahora toca, el rescate de lo que dejaron de ser: animales
de escenario.
Para llegar a ese momento provocativo en el que Los Cardiacos pisaban el
acelerador que imponía el imperativo: Salid de noche, la canción que les
sirvió para atravesar las fronteras locales y convertir la canción en efímero
éxito nacional, sus componentes pasaron por el peaje de las orquestas, como fue
Tarfalla. En parte, germen del grupo posterior, y que más que una banda de
pachanga era un muestrario de las inquietudes de unos jóvenes que mamaban del
rock americano. En ese viaje iniciático, que fue la mejor aventura de Los
Cardiacos, les acompañaban imprescindibles como Elio, Mariano Suavecito, Eduardo
Fidalgo y otros nombres que hicieron que fueran multitud arriba y abajo del
escenario. Ellos arropaban a los Kike, Carlos, Macario, Toño, Chiqui y Pepe,
formación básica retratada en sus dos prometedores singles de un Lp que luego
nunca existió y que se materializó ya como cuarteto.
Conviene insistir sobre aquel sexteto inicial, porque los seis Cardiacos
también cuentan entre sus méritos el haber sido autores de la primera maqueta
autoeditada del pop-rock leonés y una de las primeras de España, grabada en un
cuatro pistas y repleta de talento y buenas canciones, como si la premisa fuera
la guerra a la mediocridad.
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